jueves, 12 de abril de 2018

Era el mejor de los tiempos

"Era el mejor de los tiempos, era el peor de los tiempos, la edad de la sabiduría, y también de la locura; la época de las creencias y de la incredulidad; la era de la luz y de las tinieblas; la primavera de la esperanza y el invierno de la desesperación. Todo lo poseíamos, pero no teníamos nada; caminábamos en derechura al cielo y nos extraviábamos por el camino opuesto. En una palabra, aquella época era tan parecida a la actual, que nuestras más notables autoridades insisten en que, tanto en lo que se refiere al bien como al mal, solo es aceptable la comparación en grado superlativo."

Charles Dickens, "Historia de dos ciudades"

lunes, 12 de marzo de 2018

El niño y la Estatua

El niño y la estatua
"Rovigo, 30 de Enero de 1547
-Precisamente ayer, a la salida de una iglesia, me encontré a un niño de cinco años y le pregunté quién era Jesús. ¿Sabéis lo respondió? Una estatua. [...]
-Por si os sirve de consuelo, os diré que hay un hombre de mi pueblo, un carpintero que de rondar los cuarenta años, que se presentaba diariamente tres veces en la iglesia, rezaba un padrenuestro ante el crucifijo y luego se volvía al trabajo. Yo le pregunté cómo es que era tan asiduo en sus visitas al Señor, a lo que él me respondió que había sido yo quien le había dicho que rezando tres oraciones al día a Jesús se le pasaría el dolor de espalda. Y este es el lugar más próximo que conozco donde encontrar a Jesús. [...]
-Si un hombre de cuarenta años cree que Jesús es una estatua, exactamente como hace un niño de cinco, significan que treinta cinco años de normas, preceptos, dogmas y castigos, no aumentan ni una pizca la fe del cristiano. [...] Pero hoy se nos pide justamente eso. Se nos pide que creamos sin comprender, que obedezcamos calladamente, hasta temer, viviendo en el terror a ser castigados, procesados, encarcelados ¿Pueden nacer una verdadera fe de sentimientos semejantes? Seguro que no, hermanos."
Luther Blissett "Q"

jueves, 22 de diciembre de 2016

¿Qué es la humanidad?

¿Qué es la humanidad?

"Daneel hizo una pausa, como tratando de elegir sus palabras. [...] estoy gobernado por las Tres Leyes de la Robótica, que traducidas en palabras, son tradicionalmente, o lo fueron hace mucho tiempo, las siguientes.

-Una . Un robot no hará daño a un ser humano o, por inacción, permitir que un ser humano sufra daño.
-Dos. Un robot debe obedecer las órdenes dadas por los seres humanos, excepto si estas órdenes entrasen en conflicto con la 1ª Ley.
-Tres. Un robot debe proteger su propia existencia en la medida en que esta protección no entre en conflicto con la 1ª o la 2ª Ley.

Pero Tuve un amigo... hace veinte mil años. Otro robot. [...] Le pareció que debía establecerse una ley general por encima de las Tres Leyes. La llamó la Ley Zeroth, puesto que el cero viene antes que el Uno. Es la siguiente

-Cero. Un robot puede no lastimar a un ser humano o, por inacción, permitir que la Humanidad sufra daños,
Así la Primera Ley debería decir:
-Una. Un robot puede no lastimar a un ser humano o, por inacción, permitir que un ser humano se lastime, excepto cuando estas órdenes entraran en conflicto con la Ley Zeroth. [...] 

El problema es que el sel humano es fácil de identificar,[...] Pero ¿Qué es la Humanidad?


"Preludio a la fundación", Isaac Asimov

Con esta plata, compro vuestra alma.



-Me llamo Jean Valjean: soy presidiario. He pasado en presidio diecinueve años. Estoy libre desde hace cuatro días y me dirijo a Pontarlier. Vengo caminando desde Tolón. Hoy anduve doce leguas a pie. Esta tarde, al llegar a esta ciudad, entré en una posada, de la cual me despidieron a causa de mi pasaporte amarillo, que había presentado en la alcaldía, como es preciso hacerlo. Fui a otra posada, y me echaron fuera lo mismo que en la primera. Nadie quiere recibirme. [...] Iba a echarme ahí en la plaza sobre una piedra, cuando una buena mujer me ha señalado vuestra casa, y me ha dicho: llamad ahí. He llamado: ¿Qué casa es ésta? ¿Una posada? Tengo dinero. Ciento nueve francos y quince sueldos que he ganado en presidio con mi trabajo en diecinueve años. Pagaré. Estoy muy cansado y tengo hambre: ¿queréis que me quede?-Señora Magloire -dijo el obispo-, pondréis sábanas limpias en la cama de la alcoba.
[...]
-Caballero, sentaos junto al fuego; dentro de un momento cenaremos, y mientras cenáis, se os hará la cama. La expresión del rostro del hombre, hasta entonces sombría y dura, se cambió en estupefacción, en duda, en alegría. Comenzó a balbucear como un loco: ¿Es verdad? ¡Cómo! ¿Me recibís? ¿No me echáis? ¿A mí? ¿A un presidiario? ¿Y me llamáis caballero?
[...]

Daban las dos en el reloj de la catedral cuando Jean Valjean despertó. [...] Muchas ideas lo acosaban pero entre ellas había una que se presentaba más continuamente a su espíritu, y que expulsaba a las demás; había reparado en los seis cubiertos de plata y el cucharón que la señora Magloire pusiera en la mesa. Estos seis cubiertos de plata lo obsesionaban. Y estaban allí, a algunos pasos. Y eran macizos. Y de plata antigua. Con el cucharón, valdrían lo menos doscientos francos. Doble de lo que había ganado en diecinueve años.

[...]

Al día siguiente, se abrió con violencia la puerta. Un extraño grupo apareció en el umbral. Tres hombres traían a otro cogido del cuello. Los tres hombres eran gendarmes. El cuarto era Jean Valjean. Un cabo que parecía dirigir el grupo se dirigió al obispo haciendo el saludo militar. -Monseñor... -dijo.

[...]
-¡Ah, habéis regresado! -dijo mirando a Jean Valjean-. Me alegro de veros. Os había dado también los candeleros, que son de plata, y os pueden valer también doscientos francos. ¿Por qué no los habéis llevado con vuestros cubiertos?
 [...]
-Amigo mío -dijo el obispo-, tomad vuestros candeleros antes de iros.
[...]
El obispo se aproximó a él, y le dijo en voz baja:
 -No olvidéis nunca que me habéis prometido emplear este dinero en haceros hombre honrado. Jean Valjean, que no recordaba haber prometido nada, lo miró alelado. El obispo continuó con solemnidad:
 -Jean Valjean, hermano mío, vos no pertenecéis al mal, sino al bien. Yo compro vuestra alma; yo la libro de las negras ideas y del espíritu de perdición, y la consagro a Dios.

Victor Hugo, "Los Miserables"


jueves, 12 de mayo de 2016

Y yo me partí de allí, solo y sin camino

"Y estaba la iglesia oscura [...] y allí me arrodillé muy devotamente delante de la lamparilla y estuve gran pieza rezando por el ánima del Rey Nuestro Señor y por la del Condestable y por fray Jordi de Monserrate [...] y por todos los otros y por mi señora Josefina que tan tiernamente se partió de mí la última vez que nos viéramos sin saber que era para siempre en esta vida mortal. Y cuando hube derramado muchas lágrimas [...] vino a mí un fraile y me preguntó qué cuita traía y le mostré el unicornio que el Rey nuestro señor quería y que lo traía para exvoto del monasterio. Y él tomó silenciosamente y estuvo larga pieza con él en las manos sin decir palabra y luego me llevó dónde estaba la sepultura del rey. [...]
Y con esto salí de la iglesia y estaba tan cansado [...] que me senté fuera [...]. Y viniéronme todos estos recuerdos y arrecié a llorar y así estuve de luengo hasta que se cerraron las puertas de la iglesia y empezaron a tiritar las estrellas en somo del cielo [...] y yo me partí de allí, solo y sin camino.
Juan Eslava Galán "En busca del unicornio"

viernes, 6 de mayo de 2016

No te olvides de los atenieneses

-"Pero no podría dejar que siguiera existiendo en el mundo una ciudad que me hubiera humillado. Si yo fuese Darío ¿Sabes lo que haría?
-No
-Le ordenaría a un esclavo que cada mañana, al despertar, lo primero que dijese fuese: Majestad, no te olvides de los atenienses"
Javier Negrete, "Salamina"

martes, 14 de mayo de 2013

Él hizo lo más difícil que había hecho en su vida: Cogió su sombrero y se fue

"Érase una vez un niño. Vivía en un pueblo que ya no existe, en una casa que ya no existe, al borde de un campo que ya no existe. [...].


Érase una vez un niño que vivía en una casa que estaba al borde de un campo, y al otro lado del campo, vivía una niña que ya no existe. Los dos se inventaban mil juegos. Ella era la reina y él era el rey. A ella le brillaba el pelo al sol del otoño, como una corona.


Érase una vez un niño de diez años que amaba a una niña, y la risa de ella era como una pregunta que él quería pasar la vida contestando. Cuando tenían diez años, le pidió que se casara con él. Cuando tenían once se dieron el primer beso, cuando tenían trece , se pelearon y estuvieron tres semanas sin hablarse. Su amor era un secreto que no revelaron a nadie. Él prometió que no querría a ninguna otra en toda su vida.[...]


Érase una vez un muchacho que amaba a una muchacha que tenía un padre que fue lo bastante listo como para gastarse el último zloty en enviar a su hija a América  El chico le juró por su vida que ganaría dinero y encontraría la manera de seguirla. [...] En el veraro de 1941 el chico se convirtió en un hombre invisible. Así escapó a la muerte.


Érase una vez un hombre que se había hecho invisible y que llegó a América  Había estado escondido tres años entre arboles. [...]


Érase una vez una mujer que había sido la muchacha que subió a un barco para ir a América  Ella trataba de simular su embarazo para no perder el empleo en el taller de confección. Semanas más tarde, alguien le dijo que en Polonia mataban a los judíos. El dueño del taller fue a verla. Cuando se enteró de que estaba, llamó a una comadrona. [...] Al cabo de unos meses, ella accedió a casarse con él.El hombre que se había hecho invisible, escuchó todas esas cosas, de pie en una sala. Tenía veinticinco años. Había cambiado tanto desde la última vez que había visto a la muchacha que ahora una parte de é quería soltar una sonrisa fría y dura. [...] Ella le dijo "Dejaste de escribir. Pensé que habías muerto." Él miró la foto del niño. [...] el hombre que se había hecho invisible al fin pudo decir dos palabras "Ven conmigo". A ella le resbalaban lágrimas por las mejillas. Tres veces se lo pidió. Ella negó con la cabeza. "No puedo", dijo. Miraba al suelo. "Por favor". Así pues, él hizo lo más difícil que había hecho en su vida: Cogió su sombrero y se fue.Y el chico que prometió no enamorarse de ninguna otra muchacha mientras viviera, cumplió su promesa [...] Al fin y al cabo, ¿Qué puede significar esconder una cosa más, para un hombre que ya ha desaparecido por completo? 

Nicole Krauss, "La historia del amor"