martes, 31 de julio de 2012

Cada vez nos parecíamos más a nuestro enemigo.

‎"La sección llegó a la colina 92 a media tarde. Los hombres estaban exhaustos, con las hombros doloridos por el peso de los fusiles, las mochilas y las chaquetas antifuego aéreo. Hacía veinticuatro horas que soportaban algún tipo de fuego y estaban aturdidos por la fatiga. Improvisaron refugios bajo la repiqueteante lluvia y se tendieron a descansar. Algunos ni se molestaron en construir refugios. [...]
Comimos. Nuestras raciones eran similares a las de los vietcongs: arroz hervido en forma de albóndiga, rellena de uvas pasas. Era más fácil de transportar las albóndigas de arroz que las pesadas latas de raciones de campaña, además de que aliviaban la diarrea que todos padecíamos. Mientras comía arroz en aquella desolada colina, se me ocurrió algo que cada vez nos apreciamos más a nuestro enemigo. Comíamos lo mismo que ellos. Ya sabíamos movernos por la jungla tan furtivamente como ellos. Soportábamos desgracias comunes. En realidad, teníamos más en común con los vietcongs que con el ejercito de escribientes y oficiales del estado mayor de la retaguardia."

Philip Caputo, Un Rumor de Guerra

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