martes, 31 de julio de 2012

¡¡¡Yungo!!

‎-"¡Corre, corre a alcanzarlo!-gritó el saltamontes-. ¡No lo dejees perder, Yungo, cógelo fuerte y no lo sueltes!.
Yungo lo alcanzó al borde del agua. Pero el papel brillaba como una estrella, y al cogerlo entre sus manos se remontó como un extraño y maravilloso pájaro. Yungo notó que sus pies se elevaban del suelo y se sintió transportado por el aire como un barco que surcara el cielo, o una dorada y maravillosa cometa que rompiera su hilo con la tierra.

El saltamontes le vio alejarse, cielo arriba. Gritando con todas sus fuerzas, le dijo adiós. Pues sabía que siempre, siempre, Yungo le podría oír.

Pero no estaba triste, pues comprendió que Yungo se marchaba por fin al Hermoso País, donde estaban su madre y su padre: y allí no era necesaria voz alguna, ya que estaban dichas todas las palabras."

Ana María Matute, "Todos mis cuentos"

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