miércoles, 1 de agosto de 2012

Tú tal vez no lo sabes

"Pocas mujeres desconocen el arte de los ojos: la mirada. O lo aprendan mirando o ya nacen con él del vientre de sus madres. Para la brillantez de la mirada he de darte una receta de probable eficacia y de improbable daño. Consiste en enjuagarte los ojos con una solución de dos pizcas de sal por litro de agua hervida. Ya sé que algo tan simple no te sonará mágico. La sencillez inspira desconfianza; es esta la razón por que brujos, curanderos, y médicos viven inventado palabras y con juros bastante altisonantes: nadie cree en lo simple. Lávate pues los ojos con lo dicho, y mientras te los lavas pronuncia esta plegaria de misterioso embrujo: Inocuo antojo, inocuo abrojo, dame la luz del ojo!

Más nítidos tendrás los colores del iris, más transparente la córnea, más libres las pestañas, más blanco el blanco que enmarca el más brillante prisma de tu cristalino. Y alumbrará tanto tu mirada que los que alcancen a vislumbrar por un momento tus pupilas 
no podrán más que parpadear de asombro [...]

Los cambios más importantes de nuestras vidas ocurren de manera casi imperceptible; se realizan mediante una paulatina acumulación de detalles que, separados uno por uno, no parecen significar nada, pero que de repente, juntos, se nos manifiestan en todo su tamaño y con toda su tremenda carga de transformación.

A cualquier edad, incluso en la postrera, es posible lograr que el tiempo de tu cara retroceda. Para lograrlo hay que recuperar tus gestos del pasado; para recuperarlos hay que volver a los sabores olvidados de la infancia.

También el vino tinto tiene tonos variados. Los hay oscuros noche, oscuros sangre, oscuros de violento violeta arrebatado. Los hay más claros como moras disueltas, los hay rosados de distintos aspectos. Es trago muy seguro, salvo que la tiamina te produzca irritación o pesantez en la boca del estómago. Si alguna vez se inventa una bebida de amor, será con vino tinto.

Esa indomable sed de alguien y de no estar con nadie. De envolver las caricias en palabras. Esas ganas de cambiar sin renunciar a nada. Esa hambre de imposibles.

Tú tal vez no lo sabes, pero en algún rincón de la tierra hay un hombre que te está buscando.

Héctor Abad Faciolince "Tratado de culinaria para mujeres tristes"

No hay comentarios:

Publicar un comentario